20 dÃas habÃan pasado desde que Carlos Andrés me habÃa pedido un tiempo para pensar si querÃa continuar o no con nuestra relación, 20 dÃas que fueron un tormento. Finalmente, esa mañana, recibà un mensaje de texto. El mensaje era simple, me preguntaba, cuando nos podÃamos ver. Después de intercambiar cortos mensajes, acordamos que vendrÃa a mi casa ese dÃa en la noche.
Esa sensación de no saber qué iba a pasar me estaba matando. Lo esperé impacientemente. Cuando finalmente llegó lo vi distinto, distante, con esa energÃa de adiós que no puede negarse.
El mensaje fue claro y conciso: No querÃa continuar con la relación… Yo me transformé en un monstruo, lo insulté, le dije que no me volviera a llamar nunca, le saqué cosas en cara que no venÃan al caso… Estaba completamente presa del dolor, irreconocible. En ese momento el era el culpable de todo mi dolor y yo era su vÃctima!
Desde ese momento mi vida dio un giro de 180 grados. Una tristeza profunda se apoderó de mÃ, me teñà el pelo de negro, empecé solo a utilizar ropa negra, estaba en duelo. Empecé a sufrir de insomnio, no tenÃa ganas de comer, estaba distante y desconectada de mi familia, ya no querÃa trabajar. PodrÃa decir, sin ninguna duda, que ha sido el momento más triste de mi vida.
Un dÃa me desperté y sentà un cambio dentro de mÃ, entendà que, si me quedaba en ese estado de letargo, ese dolor durarÃa años. Yo me conozco y se cómo son de lentos mis procesos en estos temas del corazón.
En ese momento tomé una decisión. Me puse en acción, busqué información que me ayudara a salir de ese hueco y emprendà una cruzada en que llevo 4 años. Estuve en un retiro personal durante un mes, donde diariamente me levantaba al alba para ver el amanecer y meditar. Hice un diplomado de programación neurolingüÃstica, caminé el Camino de Santiago, me fui a vivir a Estados Unidos, me certifiqué como coach y facilitadora del Test de la Pasión. Dediqué mis horas de ocio a oÃr libros de autoayuda. Conocà a Tony Robbins, Wayne Dyer, Joe Dispenza, y Byron Katie entre otros.
Un año después de que la relación habÃa terminado, participando en un evento, entendà que todas las personas tenemos nuestro proceso, que nada es personal y que era el momento de hacer enmiendas. Yo no podÃa seguir viviendo con ese odio y resentimiento en mi corazón. No podÃa continuar siendo su vÃctima. Entendà que el que ama incondicionalmente lo único que quiere es la felicidad del otro. Si él era feliz sin mÃ, eso era lo que yo también querÃa.
Supe que lo único que me liberarÃa serÃa el perdón. Cuando yo pido perdón, soy yo la que sana. Me llené de valentÃa, lo contacté y acordamos reunirnos. Le llevé flores y le escribà una carta. Mirándolo a los ojos, le hablé desde el alma, le pedà disculpas por la forma en que me habÃa ido de su vida, por las cosas que hice y dije, le aseguré que él no era culpable de nada, que tenÃa todo el derecho a buscar su felicidad. Mientras le hablaba, sentÃa como el peso del dolor, de la rabia y de la culpa, se disipaban mágicamente dándole paso a una paz que no conocÃa. ¡Fue mágico!
Hoy, 3 años después de ese encuentro, pienso en Carlos Andrés y una sonrisa de gratitud se dibuja en mis labios. Hoy entiendo que su decisión de irse de mi vida, fue el mayor regalo que él pudo haberme dado. Si él no se hubiera ido, yo no hubiera recorrido este camino de autoconocimiento que le ha dado a mi vida un nuevo sentido, una nueva profundidad.
El camino hacia donde la ruptura con Carlos Andrés me dirigió, me ha conectado con mi misión y propósito en la vida. Hoy me encuentro viviendo en el lugar donde quiero vivir, tengo una nueva pareja y estoy haciendo lo que amo. ¿Como no estar agradecida?